Fiesta del Milagro: Mario Cargnello invitó a renovar el pacto de Fidelidad
Fiesta del Milagro: Mario Cargnello invitó a renovar el pacto de Fidelidad y responder al Papa Francisco
En su homilía también le dedicó un lugar especial a los jóvenes y los llamó a ser la avanzada de una Iglesia misionera y misericordiosa.
Monseñor Mario Cargnello, conminó a los fieles durante la Fiesta del Milagro a “que le respondamos al Papa Francisco, participando de la procesión y la renovación del pacto de fidelidad”.
Durante su homilía hizo referencia así al gesto del Santo Padre, quien dedicó palabras al Milagro salteño en la audiencia general del miércoles pasado en Roma: “No se olviden del Señor! El Señor con su amor buscando el amor de un pueblo. Devuelvan con amor, el amor con el cual buscó al pueblo salteño”.
Cuatro acontecimientos dan color a nuestro Milagro en este excepcional 2013. Alimentan nuestro espíritu y experimentamos su fuerza en el corazón creyente. Como un trazado espiritual de la Cruz del Sur iluminaron esta novena y dan calor a nuestra jornada.
El bicentenario de la batalla de Salta renueva en cada argentino y, en particular en cada salteño, el sentido de su pertenencia a esta tierra bendita. La elegimos cada día como espacio y casa para hacer de la Nación una familia.
La beatificación del Cura Gabriel del Rosario Brochero que ayer nos fue regalada por la Iglesia desafía a toda la familia de Jesús en La Argentina y en particular a los obispos, sacerdotes y seminaristas a vivir nuestra consagración con amor total a Jesucristo y entrega incondicional y hasta la muerte a nuestros hermanos.
El paso del Padre Dios con fuerza creadora eligiendo a un hijo de esta tierra para que sea el Sucesor de Pedro moviliza a la Iglesia toda en nuestro país y en el continente. Francisco constituye una provocación que Dios dirige a todos y a cada uno para vencer cualquier temor de ponernos sin careta alguna delante de Cristo, el Señor que confía en cada uno de nosotros, sus discípulos, y nos desafía a ser sus misioneros para renovar el mundo.
El Año de la Fe nos invita a renovar el vínculo profundo con el Señor, nuestra Roca y defensa, en el Corazón de la Madre Iglesia que nos engendra y sostiene en el camino creyente.
El andar de nuestra procesión se ha detenido. Envueltos en la cruz mirémonos ante Dios y entre nosotros y advirtamos la profundidad del gesto que realizaremos. El pacto es una ratificación solemne de nuestra fe en el Señor del Milagro, el Dios que está en medio de nosotros, acunándonos en el Corazón de Su Santísima Madre, María del Milagro.
Respondiendo al Papa Francisco“no queremos olvidarnos del Señor que busca con amor el amor de un pueblo”. Queremos, desde este lugar santo, devolver a Cristo el amor con el que El busca al pueblo salteño y a todo el pueblo argentino
I
Queremos amar a Jesucristo.
La fe cristiana está centrada en Cristo. El Señor es el Sí definitivo de Dios a la humanidad y el Amén de todos los hombres al Padre. Al contemplar a Jesús no podemos poner en duda el amor de Dios por nosotros, por ti, querido hermano. Ser cristianos es creer en el Amor pleno, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. En este amor se fundamenta la realidad y su último destino.
¿Cómo dudar del amor de Dios si Cristo ha muerto por todos nosotros, por todos los hombres? Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de amor (cfr. Jn 15,13), Jesús ha ofrecido la suya por todos, también por los enemigos, para transformar los corazones.
Este amor de Jesús alcanza su mayor fiabilidad en la Resurrección. “Porque Jesús es el Hijo, porque está radicado de modo absoluto en el Padre, ha podido vencer a la muerte y hacer resplandecer plenamente la vida”
¿Cómo responder a este amor totalmente digno de fe de Jesucristo?. La fe nos coloca en un clima de sintonía espiritual que sólo puede entenderse desde la amistad. El amor entregado espera la correspondencia de un amor que es capaz de crecer en apertura y fidelidad.
El año de la fe nos invita a ser valientes en nuestra respuesta a Jesucristo, a ser coherentes con nuestra condición de bautizados, a transitar los caminos de la amistad con el Señor. Tengamos confianza en el Señor que tiene confianza en nosotros.
Celebrar el pacto es una ocasión para despojarnos de miedos y prejuicios y empezar de nuevo un camino de misericordia y de vida. Acercarnos a Jesucristo es advertir que, efectivamente, no todo está perdido, más aún, en Él el mundo y mi vida están ganados. Por ello, la conciencia de ser amados por Dios en Jesucristo nos hace audaces y generosos.
Nuestra respuesta de amor se traduce en camino de discipulado. Ese camino, recorrido en la Iglesia, que es nuestra casa, se alimenta en la Palabra de Dios, se vive en la celebración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía del domingo, madura en la reconciliación celebrada en el sacramento y actuada en el perdón mutuo y se sostiene en la oración diaria. Desde allí aprendemos a ver a Jesús en el pobre, en el excluido, en el enfermo, en el necesitado. Ellos reclaman nuestro compromiso. En ellos te descubrimos a Ti, Jesucristo. Tú nos haces amigos de los pobres y solidarios con su destino
II
Necesitamos ver y amar desde Jesucristo.
Para la fe, Cristo no sólo aquel en quien creemos... sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe nos hace participar en el modo de ver de Jesús. “Creer es mirar con tus ojos, Señor, y darle a la vida todo su color”, cantábamos hace algunos años.
Jesús se ha hecho cercano a cada uno de nosotros. La fe en Él no nos separa de la realidad sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuándo ama Dios a este mundo y cómo lo orienta hacia Él. En ese movimiento de fe y de amor los cristianos estamos llamados a comprometernos con el camino de la historia.
Ver, amar y servir como Cristo a los hermanos, a nuestras familias, a nuestros conciudadanos, a nuestra nación. Esta es, queridos hermanos, la hora en que los cristianos debemos entregar a nuestra sociedad una actitud nueva, capaz de ofrecer a las generaciones jóvenes, un proyecto de país fraterno y reconciliado.
La celebración del bicentenario de nuestra patria nos está reclamando actitudes capaces de transformar los vínculos entre los que habitamos nuestra tierra. Jesucristo amó a su patria. ¿Qué significa para nosotros, en esta hora de la historia, ser ciudadanos responsables? Mas allá de las situaciones nuevas o viejas que nos tocan vivir, sigue siendo necesario que cultivemos el respeto por el vecino, la capacidad de realizar bien el propio trabajo, la contribución honesta de tributos y servicios, la exigencia de la buena administración, la voluntad firme de no doblegarnos ante las dádivas partidarias, la capacidad crítica para advertir las vanas promesas, y para situarnos con libertad ante quien se ofrece para gobernarnos y ante nosotros mismos. Es urgente que los candidatos funden sus aspiraciones en la probidad moral demostrada a lo largo de sus vidas, en el valor de sus proyectos, en el compromiso por el bien común y no en propagandas vacías tan cargadas de emotividad cuanto carentes de propuestas
III
Tenemos que aprender a amar como Jesucristo.
El que cree es hecho hijo en el Hijo. Por eso el creyente resume en una palabra su nueva experiencia de vida: Abbá, Papá. Somos hijos y por ello somos hermanos. El, Cristo, traduce en su vida y en su Pascua, la Misericordia del Padre
Participar en el Pacto es reafirmar nuestra vocación de ser miembros de la Iglesia. El Milagro nos llama y exhorta a ser Iglesia de Cristo. Nuestra fe en Cristo pasa también por no ser indiferentes a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis. Y en nuestro compromiso con la Iglesia hemos de contribuir para que Ella resplandezca como la Casa de la Misericordia.
Jesús anuncia: “Felices los misericordiosos”. (Mt 5,7) La misericordia, fruto del amor, es una llamada constante a hacerla vida.
¿Cómo vivir la misericordia?. San Agustín nos enseña: “Ame al hermano y amará al Amor”. Desde la exigencia del amor surge también la exigencia del perdón. Y esto porque Jesús obra así. La Iglesia nos lo enseña ya desde nuestros catecismo cuando nos recuerda que debemos enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra; perdonar las injurias; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del prójimo; rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Y también visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
La misericordia no niega la justicia, al contrario, la lleva a plenitud.. La misericordia cristiana tiene como motivo profundo encontrarse con Cristo en la persona del que sufre. Como decíamos esta mañana, la misericordia cristiana no es una suerte de dejar hacer que hace la vista gorda frente a la responsabilidad y al pecado y a las injusticias del mundo. ¡No!.Dios toma en serio la fidelidad del hombre por eso la Cruz, que es Misericordia, es también nuestra justicia.
Frente a la Cruz, estamos llamados a optar. en primer lugar debemos confiar en su perdón y misericordia y por eso brota en nosotros la esperanza y la alegría que nos hace generosos; pero al mismo tiempo la Cruz nos llama a la conversión que nos sitúa ante una decisión de vida o de muerte, de salvación o de condena.
Hermanos, celebrar el Milagro es comprometernos en crear una cultura de la misericordia frente a una creciente cultura de la exclusión. La misericordia no es debilidad sino el camino que conduce a los pueblos a cumplir la justicia que busca el bien común, la justa distribución de los bienes, la tutela de la vida naciente y la que poco a poco se va apagando.
No podemos participar en la Procesión del Milagro y renovar el pacto de fidelidad si después seguimos esclavizando a los hermanos que caminan con nosotros, si proponemos a aprobamos leyes que reducen al ser humano a un objeto, si seguimos acumulando dinero mal habido, si seguimos siendo personas violentas en el hogar, si nos desinteresamos de nuestra responsabilidad como padres, como profesionales, como empresarios, como trabajadores, si negamos la dignidad del hombre, si nos desinteresamos del hermano esclavo del alcohol, de la droga y de los vicios. ¡Dios nos libre de burlarnos de su Misericordia!
Si nos ha llegado al corazón la invitación de Francisco hagamos de la Iglesia en Salta una casa de la Misericordia. Extiendo la invitación a todos mis hermanos salteños y a todos los peregrinos, para pedirles que el estilo de la misericordia se expanda sobre toda nuestra patria.
IV
Queridos jóvenes: Gracias por estar respondiendo a la llamada del Papa a ser protagonistas. Ayúdenme y ayúdennos a renovar la esperanza. Crean en Jesús, confíen en la Virgen. Sean la avanzada de una Iglesia misionera y misericordiosa.
Hermanos todos, renovemos el pacto de fidelidad. Vale la pena hacerlo.
En su homilía también le dedicó un lugar especial a los jóvenes y los llamó a ser la avanzada de una Iglesia misionera y misericordiosa.
Monseñor Mario Cargnello, conminó a los fieles durante la Fiesta del Milagro a “que le respondamos al Papa Francisco, participando de la procesión y la renovación del pacto de fidelidad”.
Durante su homilía hizo referencia así al gesto del Santo Padre, quien dedicó palabras al Milagro salteño en la audiencia general del miércoles pasado en Roma: “No se olviden del Señor! El Señor con su amor buscando el amor de un pueblo. Devuelvan con amor, el amor con el cual buscó al pueblo salteño”.
Cuatro acontecimientos dan color a nuestro Milagro en este excepcional 2013. Alimentan nuestro espíritu y experimentamos su fuerza en el corazón creyente. Como un trazado espiritual de la Cruz del Sur iluminaron esta novena y dan calor a nuestra jornada.
El bicentenario de la batalla de Salta renueva en cada argentino y, en particular en cada salteño, el sentido de su pertenencia a esta tierra bendita. La elegimos cada día como espacio y casa para hacer de la Nación una familia.
La beatificación del Cura Gabriel del Rosario Brochero que ayer nos fue regalada por la Iglesia desafía a toda la familia de Jesús en La Argentina y en particular a los obispos, sacerdotes y seminaristas a vivir nuestra consagración con amor total a Jesucristo y entrega incondicional y hasta la muerte a nuestros hermanos.
El paso del Padre Dios con fuerza creadora eligiendo a un hijo de esta tierra para que sea el Sucesor de Pedro moviliza a la Iglesia toda en nuestro país y en el continente. Francisco constituye una provocación que Dios dirige a todos y a cada uno para vencer cualquier temor de ponernos sin careta alguna delante de Cristo, el Señor que confía en cada uno de nosotros, sus discípulos, y nos desafía a ser sus misioneros para renovar el mundo.
El Año de la Fe nos invita a renovar el vínculo profundo con el Señor, nuestra Roca y defensa, en el Corazón de la Madre Iglesia que nos engendra y sostiene en el camino creyente.
El andar de nuestra procesión se ha detenido. Envueltos en la cruz mirémonos ante Dios y entre nosotros y advirtamos la profundidad del gesto que realizaremos. El pacto es una ratificación solemne de nuestra fe en el Señor del Milagro, el Dios que está en medio de nosotros, acunándonos en el Corazón de Su Santísima Madre, María del Milagro.
Respondiendo al Papa Francisco“no queremos olvidarnos del Señor que busca con amor el amor de un pueblo”. Queremos, desde este lugar santo, devolver a Cristo el amor con el que El busca al pueblo salteño y a todo el pueblo argentino
I
Queremos amar a Jesucristo.
La fe cristiana está centrada en Cristo. El Señor es el Sí definitivo de Dios a la humanidad y el Amén de todos los hombres al Padre. Al contemplar a Jesús no podemos poner en duda el amor de Dios por nosotros, por ti, querido hermano. Ser cristianos es creer en el Amor pleno, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. En este amor se fundamenta la realidad y su último destino.
¿Cómo dudar del amor de Dios si Cristo ha muerto por todos nosotros, por todos los hombres? Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de amor (cfr. Jn 15,13), Jesús ha ofrecido la suya por todos, también por los enemigos, para transformar los corazones.
Este amor de Jesús alcanza su mayor fiabilidad en la Resurrección. “Porque Jesús es el Hijo, porque está radicado de modo absoluto en el Padre, ha podido vencer a la muerte y hacer resplandecer plenamente la vida”
¿Cómo responder a este amor totalmente digno de fe de Jesucristo?. La fe nos coloca en un clima de sintonía espiritual que sólo puede entenderse desde la amistad. El amor entregado espera la correspondencia de un amor que es capaz de crecer en apertura y fidelidad.
El año de la fe nos invita a ser valientes en nuestra respuesta a Jesucristo, a ser coherentes con nuestra condición de bautizados, a transitar los caminos de la amistad con el Señor. Tengamos confianza en el Señor que tiene confianza en nosotros.
Celebrar el pacto es una ocasión para despojarnos de miedos y prejuicios y empezar de nuevo un camino de misericordia y de vida. Acercarnos a Jesucristo es advertir que, efectivamente, no todo está perdido, más aún, en Él el mundo y mi vida están ganados. Por ello, la conciencia de ser amados por Dios en Jesucristo nos hace audaces y generosos.
Nuestra respuesta de amor se traduce en camino de discipulado. Ese camino, recorrido en la Iglesia, que es nuestra casa, se alimenta en la Palabra de Dios, se vive en la celebración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía del domingo, madura en la reconciliación celebrada en el sacramento y actuada en el perdón mutuo y se sostiene en la oración diaria. Desde allí aprendemos a ver a Jesús en el pobre, en el excluido, en el enfermo, en el necesitado. Ellos reclaman nuestro compromiso. En ellos te descubrimos a Ti, Jesucristo. Tú nos haces amigos de los pobres y solidarios con su destino
II
Necesitamos ver y amar desde Jesucristo.
Para la fe, Cristo no sólo aquel en quien creemos... sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe nos hace participar en el modo de ver de Jesús. “Creer es mirar con tus ojos, Señor, y darle a la vida todo su color”, cantábamos hace algunos años.
Jesús se ha hecho cercano a cada uno de nosotros. La fe en Él no nos separa de la realidad sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuándo ama Dios a este mundo y cómo lo orienta hacia Él. En ese movimiento de fe y de amor los cristianos estamos llamados a comprometernos con el camino de la historia.
Ver, amar y servir como Cristo a los hermanos, a nuestras familias, a nuestros conciudadanos, a nuestra nación. Esta es, queridos hermanos, la hora en que los cristianos debemos entregar a nuestra sociedad una actitud nueva, capaz de ofrecer a las generaciones jóvenes, un proyecto de país fraterno y reconciliado.
La celebración del bicentenario de nuestra patria nos está reclamando actitudes capaces de transformar los vínculos entre los que habitamos nuestra tierra. Jesucristo amó a su patria. ¿Qué significa para nosotros, en esta hora de la historia, ser ciudadanos responsables? Mas allá de las situaciones nuevas o viejas que nos tocan vivir, sigue siendo necesario que cultivemos el respeto por el vecino, la capacidad de realizar bien el propio trabajo, la contribución honesta de tributos y servicios, la exigencia de la buena administración, la voluntad firme de no doblegarnos ante las dádivas partidarias, la capacidad crítica para advertir las vanas promesas, y para situarnos con libertad ante quien se ofrece para gobernarnos y ante nosotros mismos. Es urgente que los candidatos funden sus aspiraciones en la probidad moral demostrada a lo largo de sus vidas, en el valor de sus proyectos, en el compromiso por el bien común y no en propagandas vacías tan cargadas de emotividad cuanto carentes de propuestas
III
Tenemos que aprender a amar como Jesucristo.
El que cree es hecho hijo en el Hijo. Por eso el creyente resume en una palabra su nueva experiencia de vida: Abbá, Papá. Somos hijos y por ello somos hermanos. El, Cristo, traduce en su vida y en su Pascua, la Misericordia del Padre
Participar en el Pacto es reafirmar nuestra vocación de ser miembros de la Iglesia. El Milagro nos llama y exhorta a ser Iglesia de Cristo. Nuestra fe en Cristo pasa también por no ser indiferentes a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis. Y en nuestro compromiso con la Iglesia hemos de contribuir para que Ella resplandezca como la Casa de la Misericordia.
Jesús anuncia: “Felices los misericordiosos”. (Mt 5,7) La misericordia, fruto del amor, es una llamada constante a hacerla vida.
¿Cómo vivir la misericordia?. San Agustín nos enseña: “Ame al hermano y amará al Amor”. Desde la exigencia del amor surge también la exigencia del perdón. Y esto porque Jesús obra así. La Iglesia nos lo enseña ya desde nuestros catecismo cuando nos recuerda que debemos enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra; perdonar las injurias; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del prójimo; rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Y también visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
La misericordia no niega la justicia, al contrario, la lleva a plenitud.. La misericordia cristiana tiene como motivo profundo encontrarse con Cristo en la persona del que sufre. Como decíamos esta mañana, la misericordia cristiana no es una suerte de dejar hacer que hace la vista gorda frente a la responsabilidad y al pecado y a las injusticias del mundo. ¡No!.Dios toma en serio la fidelidad del hombre por eso la Cruz, que es Misericordia, es también nuestra justicia.
Frente a la Cruz, estamos llamados a optar. en primer lugar debemos confiar en su perdón y misericordia y por eso brota en nosotros la esperanza y la alegría que nos hace generosos; pero al mismo tiempo la Cruz nos llama a la conversión que nos sitúa ante una decisión de vida o de muerte, de salvación o de condena.
Hermanos, celebrar el Milagro es comprometernos en crear una cultura de la misericordia frente a una creciente cultura de la exclusión. La misericordia no es debilidad sino el camino que conduce a los pueblos a cumplir la justicia que busca el bien común, la justa distribución de los bienes, la tutela de la vida naciente y la que poco a poco se va apagando.
No podemos participar en la Procesión del Milagro y renovar el pacto de fidelidad si después seguimos esclavizando a los hermanos que caminan con nosotros, si proponemos a aprobamos leyes que reducen al ser humano a un objeto, si seguimos acumulando dinero mal habido, si seguimos siendo personas violentas en el hogar, si nos desinteresamos de nuestra responsabilidad como padres, como profesionales, como empresarios, como trabajadores, si negamos la dignidad del hombre, si nos desinteresamos del hermano esclavo del alcohol, de la droga y de los vicios. ¡Dios nos libre de burlarnos de su Misericordia!
Si nos ha llegado al corazón la invitación de Francisco hagamos de la Iglesia en Salta una casa de la Misericordia. Extiendo la invitación a todos mis hermanos salteños y a todos los peregrinos, para pedirles que el estilo de la misericordia se expanda sobre toda nuestra patria.
IV
Queridos jóvenes: Gracias por estar respondiendo a la llamada del Papa a ser protagonistas. Ayúdenme y ayúdennos a renovar la esperanza. Crean en Jesús, confíen en la Virgen. Sean la avanzada de una Iglesia misionera y misericordiosa.
Hermanos todos, renovemos el pacto de fidelidad. Vale la pena hacerlo.