Brealito y su extraña bestia que horroriza.
Hay cientos de testimonios sobre su presencia, que se remonta a muchísimos años atrás.
"Algo gigante nadaba en el lago. Era grande y pesado. El ya había escuchado de nuestros antepasados y contemporáneos sobre la existencia de un monstruo en la laguna. Y por ello, un temblor le recorrió el cuerpo y un escalofrío le bajó por la espina dorsal", contaba a El Tribuno en su edición de febrero de 2001, un poblador quien conoció al protagonista de esa historia, un policía seclanteño apodado "El Gringo" Guzmán, fallecido en 1994.
En su testimonio, el amigo del Gringo, lo definía como un escéptico, aunque, sin embargo, repitió la historia de su visión hasta el último de sus días de manera detallada y precisa.
Un sitio especial
En la zona que se extiende desde El Cajoncillo hasta la laguna de Brealito en los departamentos de Cachi y Molinos ocurren sucesos muy particulares como avistamientos de objetos voladores no identificados (ovni), apariciones y presencias inexplicables.
La laguna de Brealito, a 12 kilómetros de Seclantás y a 157 de la capital provincial merece una atención particular, no solo por el paisaje fabuloso de sus montañas y su vegetación donde destacan pitas de aspecto Jurásico, sino por la de los recurrentes relatos de visitantes y pobladores. Todas tienen un mínimo común denominador: se refieren a un extraño animal, un pez gigantesco o un virtual plesiosaurio, que aparece y desaparece, agitando las aguas salobres de la laguna.
Si bien la historia del Gringo Guzmán es la más conocida y con más detalles, no es la única. Son varios los testimonios que confirman haber visto "algo" de dimensiones enormes en el mítico espejo de caprichosas formas y con roqueríos similares a los que se observan en los océanos.
Una noche de pesca y terror.
"Como tantas veces en su vida, el Gringo, se dispuso un día cualquiera pasar la noche a la orilla del lago que tiene una forma muy particular, de color verde intenso y rodeado de montañas y cardones que se estrecha en el sector sur en medio de un paisaje de rocas azules.
Cuando llegó al lugar que le pareció más adecuado para acampar, bajo un enorme algarrobo, encendió su vieja lámpara, acomodó su bicicleta y su equipo de pesca. Acto seguido, lanzó el sedal hacia las profundidades, desconocidas hasta ahora, por lo cual muchos creen que la laguna de Brealito no es sino un ojo de mar. En ese momento, en el silencio majestuoso de la noche, escuchó una especie de chapoteo. Parecía que algo pesado había emergido. Agudizó la vista puesto que el movimiento que el Gringo percibía se daba justo donde se extinguía la luz del farol. Guzmán retrocedió unos pasos, levantó la lámpara a la altura de la cabeza extendiendo el brazo hacia adelante. El extraño ruido continuaba. En ese momento se le pasaron por la cabeza todas esas historias de hechos fantásticos y terroríficos que ocurrían en esas aparentes mansas aguas. Allí se dio cuenta que algo nadaba en el lago, muy cerca suyo. Por el oleaje producido por aquello no tuvo dudas de que se trataba de un ser vivo de dimensiones portentosas. Pero solo podía escucharlo, aunque tenía la sensación de ser observado por lo que fuera aquello que se movía a pocos metros de su presencia. Sacó coraje y decidió quedarse allí hasta ver de qué se trataba... en un momento creyó ver una figura de grandes dimensiones, pero la imagen fue fugaz. En ese momento los ruidos cesaron, pero por unos instantes se mantuvo el oleaje que confirmaba que un ente había producido el fenómeno.
El policía se quedó más de una hora parado en el lugar hasta que la luz de la lámpara comenzó a extinguirse. Después de meditar qué era lo que había ocurrido volvió a su improvisado campamento y comenzó a prepararse un rico pan amasado con picadillo. Mientras comía tranquilo con la mirada perdida en la oscuridad, trataba de deshilvanar lo que acababa de suceder. Después de tomarse un trago de vino, volvió hacia la vera del lago en búsqueda de unos buenos pejerreyes, especies que le han dado fama a la laguna misteriosa. Ni bien había enganchado la unca en el anzuelo para lanzarla a la profundidad, las aguas comenzaron, nuevamente, a agitarse con gran violencia.
El Gringo decidió esta vez, no quedarse para ver el desarrollo de los acontecimientos. Dio media vuelta y enfiló para el lado del algarrobo, pero en ese instante un gigantesco monstruo emergió muy cerca de la orilla. De acuerdo a su descripción, tenía aspecto de un reptil o un gigantesco pejerrey con ojos brillantes y lomo escamado y resplandeciente. Sin pensarlo partió corriendo a refugiarse en la arboleda y en su escape, cayó varias veces debido a los accidentes del terreno. Una vez alejado de la costa, se detuvo para escuchar lo que ocurría. Después de un largo rato y cuando el susto ya había dado paso a la tranquilidad, volvió a su campamento a recoger lo que allí había dejado, su bagayera, su bicicleta, sus cañas y su lámpara. Pero, cuando llegó allí encontró todo empapado, como si una gran ola hubiese caído sobre el lugar, que se encontraba a unos cuatro metros de la orilla.
El policía regresó a Seclantás y contó la historia a sus allegados. Algunos le creyeron e incluso también fueron testigos de hechos extraños, otros no. Lo que es real es que nunca más regresó a la laguna de Brealito y definitivamente dejó la pesca.
Fuente: El Tribuno
"Algo gigante nadaba en el lago. Era grande y pesado. El ya había escuchado de nuestros antepasados y contemporáneos sobre la existencia de un monstruo en la laguna. Y por ello, un temblor le recorrió el cuerpo y un escalofrío le bajó por la espina dorsal", contaba a El Tribuno en su edición de febrero de 2001, un poblador quien conoció al protagonista de esa historia, un policía seclanteño apodado "El Gringo" Guzmán, fallecido en 1994.
En su testimonio, el amigo del Gringo, lo definía como un escéptico, aunque, sin embargo, repitió la historia de su visión hasta el último de sus días de manera detallada y precisa.
Un sitio especial
En la zona que se extiende desde El Cajoncillo hasta la laguna de Brealito en los departamentos de Cachi y Molinos ocurren sucesos muy particulares como avistamientos de objetos voladores no identificados (ovni), apariciones y presencias inexplicables.
La laguna de Brealito, a 12 kilómetros de Seclantás y a 157 de la capital provincial merece una atención particular, no solo por el paisaje fabuloso de sus montañas y su vegetación donde destacan pitas de aspecto Jurásico, sino por la de los recurrentes relatos de visitantes y pobladores. Todas tienen un mínimo común denominador: se refieren a un extraño animal, un pez gigantesco o un virtual plesiosaurio, que aparece y desaparece, agitando las aguas salobres de la laguna.
Si bien la historia del Gringo Guzmán es la más conocida y con más detalles, no es la única. Son varios los testimonios que confirman haber visto "algo" de dimensiones enormes en el mítico espejo de caprichosas formas y con roqueríos similares a los que se observan en los océanos.
Una noche de pesca y terror.
"Como tantas veces en su vida, el Gringo, se dispuso un día cualquiera pasar la noche a la orilla del lago que tiene una forma muy particular, de color verde intenso y rodeado de montañas y cardones que se estrecha en el sector sur en medio de un paisaje de rocas azules.
Cuando llegó al lugar que le pareció más adecuado para acampar, bajo un enorme algarrobo, encendió su vieja lámpara, acomodó su bicicleta y su equipo de pesca. Acto seguido, lanzó el sedal hacia las profundidades, desconocidas hasta ahora, por lo cual muchos creen que la laguna de Brealito no es sino un ojo de mar. En ese momento, en el silencio majestuoso de la noche, escuchó una especie de chapoteo. Parecía que algo pesado había emergido. Agudizó la vista puesto que el movimiento que el Gringo percibía se daba justo donde se extinguía la luz del farol. Guzmán retrocedió unos pasos, levantó la lámpara a la altura de la cabeza extendiendo el brazo hacia adelante. El extraño ruido continuaba. En ese momento se le pasaron por la cabeza todas esas historias de hechos fantásticos y terroríficos que ocurrían en esas aparentes mansas aguas. Allí se dio cuenta que algo nadaba en el lago, muy cerca suyo. Por el oleaje producido por aquello no tuvo dudas de que se trataba de un ser vivo de dimensiones portentosas. Pero solo podía escucharlo, aunque tenía la sensación de ser observado por lo que fuera aquello que se movía a pocos metros de su presencia. Sacó coraje y decidió quedarse allí hasta ver de qué se trataba... en un momento creyó ver una figura de grandes dimensiones, pero la imagen fue fugaz. En ese momento los ruidos cesaron, pero por unos instantes se mantuvo el oleaje que confirmaba que un ente había producido el fenómeno.
El policía se quedó más de una hora parado en el lugar hasta que la luz de la lámpara comenzó a extinguirse. Después de meditar qué era lo que había ocurrido volvió a su improvisado campamento y comenzó a prepararse un rico pan amasado con picadillo. Mientras comía tranquilo con la mirada perdida en la oscuridad, trataba de deshilvanar lo que acababa de suceder. Después de tomarse un trago de vino, volvió hacia la vera del lago en búsqueda de unos buenos pejerreyes, especies que le han dado fama a la laguna misteriosa. Ni bien había enganchado la unca en el anzuelo para lanzarla a la profundidad, las aguas comenzaron, nuevamente, a agitarse con gran violencia.
El Gringo decidió esta vez, no quedarse para ver el desarrollo de los acontecimientos. Dio media vuelta y enfiló para el lado del algarrobo, pero en ese instante un gigantesco monstruo emergió muy cerca de la orilla. De acuerdo a su descripción, tenía aspecto de un reptil o un gigantesco pejerrey con ojos brillantes y lomo escamado y resplandeciente. Sin pensarlo partió corriendo a refugiarse en la arboleda y en su escape, cayó varias veces debido a los accidentes del terreno. Una vez alejado de la costa, se detuvo para escuchar lo que ocurría. Después de un largo rato y cuando el susto ya había dado paso a la tranquilidad, volvió a su campamento a recoger lo que allí había dejado, su bagayera, su bicicleta, sus cañas y su lámpara. Pero, cuando llegó allí encontró todo empapado, como si una gran ola hubiese caído sobre el lugar, que se encontraba a unos cuatro metros de la orilla.
El policía regresó a Seclantás y contó la historia a sus allegados. Algunos le creyeron e incluso también fueron testigos de hechos extraños, otros no. Lo que es real es que nunca más regresó a la laguna de Brealito y definitivamente dejó la pesca.
Fuente: El Tribuno